1. Concéntrate y se flexible en lo
que quieres.
Juanita
se había fijado una meta y se concentraba en ella; su carrera era lo más importante
en su vida. “Después de todo,” decía, “si a uno no le importa hacia dónde va, tampoco
le importa por dónde ir.” Desde muy joven se fijó sus metas: quería se presidenta
de una compañía.
Sus
objetivos eran el dinero y el poder, y tenía el valor de mantener sus
convicciones. ¡Ni pensar en cambiar sus metas y objetivos!
Y,
años después de estar subiendo de escalón en escalón dentro de la empresa
Juanita comprendió que se había fijado una meta errónea. Cuando llegó a la
cúspide advirtió que no era eso lo que siempre había deseado. Juanita tenía
dinero y poder, pero comprendió que lo que quería era ser empresaria y tener un
estilo equilibrado de vida.
Quizás
Juanita debió haber aprendido, además de concentrarse en sus metas, a ser
flexible respecto de ellas.
2. Infórmate y ten cautela con tu
información.
Susana
era inteligente y sabía lo que deseaba. Creía que: “¡lo que uno sabe lo lleva a
dónde uno quiere ir!”. Obtener información era lo importante; de hecho, ella
creía que saber los hechos era tener conocimientos. A Susana le fue bien en su
educación media porque era muy apta para reunir datos. Al escoger su
Universidad usó todas las fuentes de información: leyó catálogos, visitó
universidades, tomó programas computarizados de selección de universidades y
platicó con los alumnos. Al tomar su decisión conocía muy bien todos los
hechos.
Después
de ingresar a la universidad Susana comprendió bien pronto que la información (tener
conocimientos) antes de tomar una decisión, no era lo mismo que la información después
de decidir. Comprendió que la información se hace obsoleta en corto tiempo: cuanto
más se sabe, tanto más advierte uno lo que ignora, y no existe lo que llaman “información
inocente”.
Quizá
Susana debió haber aprendido, además de informarse, a tener cautela con su información.
3. Se objetivo y optimista acerca de
lo que crees.
David
era objetivo y realista sobre su futuro; no pensaba en tonterías respecto a lo
que podría conseguir y cuanto control tendría sobre su porvenir. Al hacer sus
planes siempre se basaba en la realidad, poniendo sus dos pies en la tierra.
Pensaba
que era muy importante “ver las cosas como son, no como uno quisieran que fueran.”
Cuando debido a la carrera de su esposa fue necesario que se mudaran a otra parte
del país, David sabía que a ella le convenía, pero para él eran malas noticias.
Sabía que no se sentiría feliz en un nuevo lugar, probablemente no encontraría
trabajo, y le era difícil hacer nuevas amistades. Quería tener éxito, pero
también era realista.
No
comprendía que, en muchas formas, la vida es una predicción que se autorrealiza
y que cuanto pudiera alcanzar, estaría determinado en gran parte por la manera
como se veía así mismo y a su futuro, apreciación que determinaría a su vez, el
control que tuviera sobre éste.
Tal
vez David debería aprender a ser optimista al igual que objetivo.
4. Haz las cosas con práctica y con
imaginación.
Alan
siempre fue práctico; sus planes y decisiones eran calculados y metódicos.
Decía:
“Siempre
tomo mis decisiones usando la cabeza y no pensando en pajaritos volando.”
Cuando
Ala tomaba importantes decisiones en negocios o finanzas, siempre se basaba en la
lógica científica, y no en una imaginación volátil. Después de todo, razonaba: “el
método científico, ha sido un procedimiento aceptado durante mucho tiempo. ¡y
si funciona, para qué cambiarlo!”.
Pero
Alan no comprendía que no siempre usaba el método científico, aún en sus decisiones
de negocios y financieras. O que el método científico ya estaba “cambiando”.
Ahora
hay una ciencia nueva que sugiere que la función es algo no sólo de sueños,
sino también real. Ahora se conoce que en cada cabeza (cerebro) hay dos partes
que trabajan: el lado izquierdo para los pensamientos racionales; y el lado
derecho, para los intuitivos. ¡dos cabezas piensan mejor que una!.